Existen varias formas de celebrar una noche de Halloween de forma inclusiva. Hay un sinfín de campañas para educar de manera positiva a la comunidad sobre afecciones y discapacidad. Por ejemplo poner una calabaza verde menta en la puerta de tu casa significa que tienes a tu disposición artículos no alimentarios, como barritas luminosas o pequeños juguetes. Este sencillo acto fomenta la inclusión de los niños con alergias alimentarias u otros problemas.
El proyecto de las calabazas ha crecido en popularidad y se han agregado otros colores como el amarillo y el verde con fines específicos. (Sensoriales, alimentarios, capacidades diferentes, de salud, etc.). Una calabaza amarilla fuera de tu casa en la noche de Halloween significa que somos conscientes de que algunas personas tienen discapacidades que les dificultan hacer cosas que mucha gente da por sentadas, por lo que ofrecemos regalos y golosinas sin ninguna expectativa y haremos lo que podamos para adaptarnos a las necesidades especiales. La calabaza verde significa que estamos conscientes de que algunas personas prefieren un dulce más saludable, por lo que disponemos de golosinas de fruta fresca o seca.
En el 2018 una madre de un chico autista de 21 años puso de moda utilizar una canasta en forma de calabaza color azul para pedir dulces y que los autistas pudieran ser identificados como “especiales”. Es como remontarnos a la época donde los nazis obligaban a los judíos a portar una estrella para ser identificados. ¿Porque no dejar a los niños disfrutar ese día como cualquier otro niño “típico”? Ya bastantes etiquetas se les adjudican como para obligarlos a sostener una calabaza azul. No olvidemos que el color azul perpetúa la conexión con Autism Speaks y la comunidad autista no quiere estar vinculada con esa asociación de odio que tanto daño ha ocasionado.
Se ha luchado incansablemente por hacer a un lado el color azul ya que no representa a los autistas, también se intenta romper con el mito de que el autismo solo se presenta en los niños, dejando a una gran mayoría de niñas sin ser diagnosticadas.
No desvirtuemos la idea original de postrar diferentes colores de calabazas en el patio de las casas para ayudar a la inclusión, no para comercializar un producto, o seguir una tendencia de moda. Ojalá los padres dejáramos de inventar cosas para nuestra propia tranquilidad y beneficio y empezáramos a escuchar y descifrar las verdaderas necesidades de nuestros hijos.
Una calabaza azul no hace el trabajo por si mismo. Una calabaza azul no va a educar sobre el autismo. Esto va más allá. Hay una inmensa necedad por parte de los padres en obligar a sus hijos a participar en este tipo de actividades en contra de su voluntad. Hay cuestiones de procesamiento, lenguaje, sensoriales (texturas, colores, luces, imágenes) que dificultan el momento, por lo mismo se debe respetar la decisión de los hijos y meditar antes de orillarlos a participar en este tipo de eventos en contra de su voluntad solo porque necesitan “socializar”. Muchas veces los empujamos a un abismo sin darnos cuenta que estamos provocándoles ansiedad al exponerlos a ambientes sobre saturados. Les invitamos a la reflexión, “dejar de pensar por ellos” y empecemos por escuchar y/o detectar sus necesidades.
Rachel S. una madre autista con hijos también autistas menciona: “Halloween es un día para que los niños de todas las formas, tamaños y neurotipos se disfracen, finjan ser otra persona y reciban dulces gratis. Sin embargo, si sus calabazas azules difunden lo que probablemente les hace sentirse diferentes de los demás los otros 364 días del año, eso probablemente arruinará la magia de Halloween.”
Saided DePriest | @NeurodiverLetras Âû
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